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Repensando las certificaciones

<p>Diversas personas me han preguntado qué certificaciones      deberían buscar para afianzar su carrera o posición, o por otro      lado, cuál conviene a una empresa buscar en un prospecto de      contratación. Me llama la atención principalmente el que asuman      la respuesta a un cuestionamiento previo y condicionante a éste:      ¿Vale la pena buscar certificaciones? Esta pregunta me puso a      pensar en lo relativo a quién las pide (tanto desde el punto de      vista del individuo que las persigue como del contratante que      las valúa); dado el público alcanzado por esta revista, creo que      puede ser de interés enfocar la columna hacia este tema.</p>

<h3>¿Qué es una certificación?</h3>

<p>Para el presente análisis me centro en las certificaciones como      un documento emitido por una entidad comercial no dedicada      principalmente a la educación superior, validando que el      sustentante posee el dominio de un conjunto específico de      herramientas o tecnologías (típicamente, aunque no      necesariamente, limitadas a las generadas por la organización      certificadora).</p>

<p>Las certificaciones difieren de otros métodos de cualificación      en que normalmente son otorgadas ante la presentación y      aprobación de un examen; típicamente no requieren que el      sustentante siga un curso.</p>

<p>Además de lo anterior, las certificaciones típicamente tienen      –a diferencia de prácticamente cualquier programa académico– una      validez determinada, ya sea por un tiempo preestablecido, o por      estar atadas a tecnologías específicas, con un ciclo de vida y      obsolescencia planificado.</p>

<p>Y un punto adicional: Las certificaciones, si bien se presentan      a sus clientes potenciales como <em>una oportunidad</em> de      obtener mejores cualificaciones para aumentar sus evaluaciones      (redundando directamente en beneficios económicos), en ningún      momento buscan ocultar que son para sus promotores un negocio      antes que ninguna otra cosa. Lo cual, claro, no es ningún pecado      — Pero sí es un punto a considerar al evaluarlas.</p>

<p>Consideremos dos perfiles en particular — Los      dos <em>antiperfiles</em> donde, a mi forma de ver, las      certificaciones juegan en contra de la mayor parte tanto de      individuos como de empresas.</p>

<h3>Antiperfil 1: El recién egresado</h3>

<p>El argumento para buscar certificaciones es simple: Si cuando      un postulante es evaluado para un puesto laboral, el      entrevistador de primer contacto no tiene un perfil técnico,      sino que busca descartar a quien no cumpla con las      características básicas que busca la empresa, en realidad la      primer entrevista "real" se presenta una vez pasado ese      filtro. El <em>Can Cerbero</em> corporativo no permitirá el paso      del postulante si no cuenta con el altero completo de      papeles.</p>

<p>Este punto de vista apunta a un postulante novato,      probablemente recién egresado de la universidad, sin experiencia      laboral en el mundo <em>real</em>, que no ha tejido aún redes      profesionales y no encuentra una mejor vía de acceso. Este punto      crece especialmente cuando estos nuevos integrantes de la fuerza      laboral buscan emplearse en una de las relativamente pocas      grandes empresas consultoras de desarrollo que hay en nuestro      país.</p>

<p>Las certificaciones que están al alcance de un recién egresado,      sin experiencia en el campo, son relativamente pocas — Y el peso      económico de perseguirlas resulta relativamente elevado. Muchas      universidades han incorporado a los servicios que ofrecen a los      alumnos el prepararlos para alguna certificación básica y      reducir el precio a pagar por ella. Esto, a mi modo de ver,      equivale a que dicha universidad se reconozca <em>incapaz</em>      de ofrecer una formación suficiente para que sus egresados      encuentren un puesto de trabajo adecuado, y –al impulsar una      tecnología específica– demerita la <em>universalidad</em> de la      formación que dio nombre a las universidades desde un      principio.</p>

<h3>Antiperfil 2: El experto en certificaciones</h3>

<p>Un perfil que nace como consecuencia lógica del anterior es el      del experto en certificaciones. Si por cada examen que presento      crece mi elegibilidad laboral, ¿por qué no acumularlos?      Aprender el material necesario para presentar un examen es, a      fin de cuentas, una habilidad que puede ser aprendida y      dominada. Si bien muchas certificaciones incluyen la resolución      de problemas prácticos, siguen presentándose en un entorno      donde, hasta cierto punto, las situaciones presentadas son muy      distintas a las de la vida real.</p>

<p>Por otro lado, una persona altamente calificada no      necesariamente sabrá presentar un examen, cosa que a ninguno de      ustedes debe sorprender — Los ejemplos abundan; traigo ante      ustedes a uno en particular, aunque sea sólo como evidencia      anecdótica: He tenido oportunidad de trabajar con algunas      personas veraderamente talentosas, referencia en el campo de la      seguridad y administración de sistemas, que frecuentemente      asesoran a los técnicos de empresas transnacionales. Uno de      ellos intentó certificarse en uno de los temas en que es pionero      en nuestro país, y no logró aprobarlo.</p>

<p>¿Significa esto acaso que su conocimiento de la tecnología, las      herramientas y los procesos es menor que el de quien sí aprobó      el curso? Definitivamente, no. Sólamente significa que los      procesos mentales que ésta persona sigue no se alínean con los      que la empresa certificadora sugiere. Y es precisamente esto lo      que le ha permitido convertirse en su asesor: El seguir procesos    creativos, no buscar dentro de lo predecible, y tener un      verdadero conocimiento profundo del sistema como un todo.</p>

<h3>Alternativas</h3>

<p>Y pasando de la crítica a la propuesta, ¿qué puedo aportar tras      mi crítica a este modelo?</p>

<p>Para un recién egresado, enfrentarse al mounstro corporativo      sin experiencia real previa, cierto, no da espacio a la      negociación. Mientras las empresas sigan imponiendo estos      filtros previos a la entrevista real, ¿qué puede hacer quien      inicia su carrera profesional?</p>

<p>Ser recién egresado no significa no tener experiencia real.      Entrar a estudiar una carrera relacionada con la computación      debería indicar una genuina afición al pensamiento analítico. En      nuestro campo, tenemos la gran fortuna de que un aficionado      puede –sin estudios, sin equipo profesional, sin cualificaciones      formales– desarrollar proyectos en casi cualquier ámbito del      campo. En el cómputo, todos ustedes podrán citar numerosos      ejemplos que han contribuído al campo de forma decisiva, sin      formación profesional.</p>

<p>Claro, sería iluso pensar que todos coordináramos proyectos de      gran envergadura siendo aún adolescentes o que impulsar una idea      exitosa nos lleve a abandonar los estudios profesionales y      saltar a la fama como estrellas de la programación. Sí podemos,      sin embargo, ir haciendo públicos los pequeños proyectitos que      hacemos, los retos interesantes que vamos resolviendo, los      programas que escribimos por gusto. Publicar código,      especialmente como software libre, es una muy buena manera de      demostrar capacidad profesional, compromiso, capacidad de      documentar y de brindar soporte a los usuarios. Es más, si      nuestro proyecto juguete fue adoptado por      una <em>distribución</em> de Linux, esto resulta clara muestra      de que otros expertos juzgan nuestro trabajo digno de ser      promovido.</p>

<p>Respecto al segundo <em>antiperfil</em>, el caso presentado      ilustra que las competencias laborales de un profesional con      trayectoria no pueden ser juzgadas de manera meramente      cuantitativa — Los diversos campos relacionados con el cómputo      requieren de una gran creatividad, y no pueden ser juzgados como      una materia de la escuela, en que el desarrollo del resultado      debe ser idéntico al que nos fue impartido en clase.</p>

<p>Quien busca contratar a un profesional con trayectoria no puede      limitarse a evaluar en base a los certificados presentados. En      mi experiencia, las veces que mi recomendación ha sido requerida      para un proceso de selección de personal, coloco en último lugar      todos los currículos que presentan certificaciones de forma      destacada. Nunca me he arrepentido de hacerlo — Estos tienden a      ser los que menos conocimiento real tienen del campo.</p>

<p>El que una entrevista laboral para un puesto que requiere      conocimientos especializados –sean de un estudiante recién      graduado o de un experto– tenga que pasar por un filtro no      conocedor de la materia es síntoma de un problema estructural:      La tercerización a los corporativos de desarrollo de software ha      crecido en detrimento de la capacidad de las entidades que las      contratan. No con esto digo que deban desaparecer — Si bien debe      ampliarse la capacidad de respuesta de los departamentos de      sistemas de quienes típicamente contratan a estas empresas      (entiéndase: Ampliarse su tamaño, sus áreas de especialización,      y la seguridad laboral brindada a sus integrantes), muchos de      los proyectos podrían perfectamente ser encargados ya sea a      empresas de escala más humana (PyMEs), o contratar a grandes      empresas verdaderamente especializadas en un ramo      específico. Esto, claro, reduciría el tamaño de las consultoras      — Pero aumentaría su calidad, y aumentaría las oportunidades      laborales con una justa comparación basada en méritos reales,      más cerca de quien verdaeramente requiera del servicio.</p>

<p>Por otro lado, no todos los proyectos en que participamos –por     hobby o por encargo– puede ser publicado. Sin embargo,      permítanme insistir en que la mejor carta de presentación es el      trabajo realizado. En otras áreas laborales es común –incluso en      algunos países, obligatoria– la pertenencia a <em>colegios de      profesionales</em> — Cuerpos que establecen las normas mínimas      de operación, calidad y cobro en el campo, y guardan registro de      la actividad de sus agremiados. De tal suerte, en vez de      requerir un certificado emitido por una empresamente claramente      parcial y con innegables intereses económicos en el área, habría      una entidad a la cual preguntar acerca de la experiencia      comprobable de un postulante.</p>

<p>Los colegios citados nacieron dada la necesidad de una entidad      que validara –y asumiera responsabilidad ante dicha validación–      de profesiones en las que puede haber amplia responsabiliad      civil, como la medicina o la arquitectura. La importancia que      van adquiriendo los desarrollos hoy en día nos lleva a plantear      si no es momento de una reglamentación similar en nuestra      área.</p>

<p>Hay, sí, lugar para las certificaciones. Hay trabajos en que      hace falta contratar a alguien que domine una tecnología      específica, aún sin ser un –probablemente sobrecalificado–      experto en el ramo entero. La distorsión, a mi opinión, está más      en la escala que han adquirido. No pueden ser requeridas como      carta de presentación, no puede dárselas un peso comparable al      de un estudio prolongado y general (como un título     universitario) o al de las capacidades demostradas con      trabajo.</p>

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